domingo, 26 de julio de 2015

El escritorio lleno de menta.

  Tuve otro sueño extraño en donde nos encontrábamos. Disculpame, estaba buscando algo que se me había perdido hace tiempo y me di cuenta de que me disculpo demasiado. Perdón por eso. Fingí que había otros y me engañé; existía únicamente yo, y los demás en mi mente. Incoherencias para quien pueda entenderlo, yo sólo desvarío porque no soy intelectual. No soy intelectual, repito después de mí. Mi profundidad está en otras cosas. Te estaba diciendo de eso que busco y no encuentro, me pareció escucharte decir que siempre es mejor llevarse una almohada y enseguida pensé en el sueño terco que no me abandona, en la sensación de estar lejos de la realidad. Debería escribir esto con violeta y negro, así solo vos lo entenderías cuando lo encontraras, dentro de cien años, por gracia de azarosos acontecimientos.



  Nunca hubo otros, decía, y ahora de repente aparecés vos, en la pesada bruma de la cotidianeidad, en un mundo cada vez más cerrado, a punto de colapsar. No sabe qué pasa después de eso. De repente, de golpe, sos real. Tenés peso. Tenés un peso ultrajante que abarca y conmueve. Todo deja de ser monocromático para pasar a ser colorido y sólido. ¿En qué momento cambió todo? ¿Es para siempre? El escritorio lleno de golosinas me pone tan nervioso como este texto mediocre. Yo te vi primero, en la bruma. Vos todavía no me viste pero intuyo que cuando lo hagas te pareceré insignificante, con todo y mi silencioso sufrimiento.