martes, 28 de mayo de 2013

Carta abierta a una miserable


7 de Abril / 2013 


  Esta no es una carta de amor, no. Es de odio. Son varios los adjetivos que te describen, pero prefiero ante todos ellos “hipócrita”, aunque oscile entre otros menos generosos y más certeros como “egoísta”, “mentirosa” o “cobarde”. Apuesto a que buscarías miserable en el diccionario porque no estás segura de qué significa. Cuando vi venir tu desesperada estrategia de embustes deliberados poco pude hacer para detenerte. No vastó haberte sospechado de naturaleza falsa desde un comienzo. Asquerosamente traicionera, mostraste tu bajeza en toda su forma, disfrazándola ante el público de inocente víctima. Tan bien la disfrazaste que algunos te creyeron. Tan bien te salió que hoy pago el precio injusto de tus actos, mientras vos gozás de la contención y complicidad de aquellos que te creen  a m i g a  porque ni siquiera sospechan que a sus espaldas fuiste otra. Mientras tanto te ceban unos mates con inmerecido afecto. Te gusta cuando algún ingenuo te cree, confía en tu palabra y te da la razón; te gusta decir que yo miento, que no sabés de qué hablo y que soy un  p e l o t u d o. Te tranquiliza tenerme lejos para que no te desenmascare, porque cuando el lobo no está cerca jugás tranquila.



  No me quejé cuando me devoró el riñón tu fría displicencia. No. Sí me quejé cuando clavaste un puñal en la espalda de mis amigos, traicionando su confianza y subestimando la mía, así que los defendí poniendo el pecho (vos no sabés lo que es eso porque nunca lo hiciste); entonces, me clavaste otro puñal apresurado a mí pero de frente… y caló profundo porque yo tenía abierto el corazón. Fiel a tu naturaleza me manchaste lo más que pudiste, porque fue más fácil eso que admitir tus errores. No quisiste hacerme frente y hoy te alivia tenerme lejos porque no podrías mirarme a los ojos sabiendo que te vi sin máscara. Más fácil que limpiar tu cagada fue limpiarte el culo… y jurar a gritos pelados que la caca era de otro. Te salió bien. Sólo vos y yo lo sabemos. Tan bien te salió que no sufriste daños colaterales, y tan bien te salió, mala mina, que yo me quedé con el gesto de asombro idiota y dolido en la cara, con el puñal en el pecho y una herida que por un rato siguió sangrando.