miércoles, 18 de abril de 2012

Decimotercero: Escepticismo

  No creo que exista un dios. Pero no hay que ir muy lejos para encontrar el cielo o el infierno. Alguien me dijo que es imposible vivir en este mundo y no sufrir. Esto, que ciertamente no es más que una obviedad, se me antojó en el momento un descubrimiento inesperado, como si nunca lo hubiera sabido. Inmediatamente pensé, me acuerdo, que esa porción de cielo podría ser algo disfrazado de un momento en apariencia intrascendente; lo mismo una porción de infierno.

  Cada uno de nosotros tiene, algunos sin saberlo, un paraíso personal. No a la manera del kitsch, aquel que erige el creyente en su terca ceguera irracional (en su profundo terror a la muerte absoluta), sino auténtico. La concepción del mundo y todo lo que hay en él difiere entre cada persona por tener una visión propia y limitada a través de su lente, y de esta forma difiere su porción de cielo. También es el motor del odio y del amor.

Un dios no vería a través de una lente; lo sería todo. Y odiaría.