lunes, 9 de marzo de 2015

Delirios derivados de un lugar misterioso

  Me dijo: "esto es un sueño ¿ves?", y ya estábamos adentro de la habitación. Después agregó otras palabras incomprensibles y dejé de prestarle atención. Abrí un baúl, creo, y salieron cosas pasadas. Miré un dibujo en la pared blanca y atestigüé su expansión vertiginosa hacia formas nuevas, saturadas de colores perturbadoramente vivos. El lugar era chico y las paredes cambiantes; afuera había una pradera harta de pasto y un infinito cielo celeste con nubes pulcras. Esto último lo sabía sin verlo, como si las paredes hubieran sido transparentes.

  Sentía ese universo como una imagen distorsionada bajo el agua, y aun así era más real que esta vigilia. Quizá estuve despierto en ese momento y ahora escribo esto dormido. El ente que me había acompañado ya no estaba, y yo hice un par de cosas más que ya no recuerdo. Desperté tranquilo pero irritado como un nene, teniendo la amarga sensación de que me arrancaban injustamente de mi lugar. Me devolvían a este mundo, pensé, con nosotros, en donde sólo somos una mueca efímera.

  Quise soñar así siempre, o por lo menos más seguido. En la urbe diurna y tumultosa me era vedada la claridad por el bullicio incansable. Observé esa vigilia torpe, sumido con todo y mi incompetencia en el sinsentido de lo cotidiano. En el bondi me senté al fondo, saturado por la alianza del verano con un motor incesante. Miré rostros que olvidaré pero sospecho que mis sueños guardarán para sí, como dictan algunos estudiosos. Mi cabeza y otras cercanas sufrieron momentos de vergüenza basculante... y mis sentimientos mutaron entre ira y tristeza (como todos los días).

  Ya no me reconozco cuando me miro al espejo, y por ahora pienso que eso es bueno. Lo malo es sentir que la vida se me escapa de las manos. Sentirse solo en el mundo es un poco jugar a ser invisible. A veces me sorprendo en los días notando el gesto idiota que tengo, como sorprendido y dolido, como si algo trágico me hubiese azotado. Entonces pienso que eso trágico que me azota es la vida misma. La felicidad hay que buscarla, pero para estar triste no se necesita excusa; acaso sea el estado natural.