Quizás una confesión de último momento, inevitable, impulsada vaya uno a saber por qué. Soy una persona que gusta de la música y su omisión me parece impensable. Aunque fuera por un solo día. Sin explayarme demasiado y hablar de lo que escucho, voy a decir lo siguiente: toda la vida evité a los Beatles.
Me burlaba de ellos, los criticaba, y estaba seguro de que no podría disfrutar ni una de sus canciones. Como no me gustaba saberlos queridos por tanta gente, atribuía ese cariño a razones absurdas que ya no recuerdo. Decía eso, por supuesto, sin escucharlos detenidamente, porque yo soy estúpido, y los estúpidos hacemos esas cosas. De esta manera estuve siempre del lado de los cuadrados que dicen detestarlos porque sí.
En el transcurso de la semana última, triviales pero afortunados acontecimientos depositaron mi atención en la antigua banda. No sólo comprobé, como ya es costumbre, que soy estúpido, sino que los muy hijos de puta tienen un tema mejor que otro.
Ahora estoy del otro lado y celebro eso.