Me observarás cuando
estemos cerca, Sandra, furtivamente. Yo estaré trabajando en alguna parte del
sector, vos en tu escritorio y mis eventuales consultas de novato sobre esto o
aquello que sé muy bien siempre te irritan. Presto y condescendiente me arrimo para
incomodarte, pero algo reparo antes de articular palabra, y es tu extraña cara.
Parece una caricatura, es cierto, adecuada tanto para el rigor como para la indulgencia,
redonda, estirada todavía a tu edad, con una boca hasta graciosa y ojos
achinados.
Ciclotímica, tal
vez te sentís respetada porque nadie te discute, pero a tus espaldas pocos
dejan de burlarse. ¿Cómo encargarse de dirigir el trabajo si te cuesta,
literalmente, llevarte un tenedor a la boca? Acaso conozcas tus limitaciones y confiás
en que nadie se de cuenta todavía, pero varios te hemos descubierto.
Veo siempre con
un asco leve tu cuerpo hinchado debajo del delantal azul. Yo sé lo que sos
aunque me hayas caído bien en un primer momento, Sandra. Mi trato formal disfraza
en realidad mis pensamientos pero es necesario si quiero conservar el trabajo
un poco más. Quizás en un futuro cercano, cuando me haya hecho mangos
suficientes, te mire casi riendo y, con la certeza de que afuera me espera un
sol renovado, me saque la cofia y la tire contra tu esporádico maltrato. Entonces
seré yo el grosero y no será necesario expresarme como lo hago ahora en este
texto, tan ridículamente prolijo. Voy a poder respirar de una vez por todas con sentidas palabras al decirte que sos una gorda de mierda y te podés
ir a la recalcada concha de tu madre.
Puta.
1 comentario:
lo suyo señor es ARTE! con leerlo nomás me saqué un poco de bronca de encima, gracias mil.
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